Ichkabal: La joya oculta en Bacalar que redescubren residentes locales
Foto: Paola Chiomante

Ichkabal: La joya oculta en Bacalar que redescubren residentes locales

A poco más de un mes de su apertura, la zona arqueológica de Ichkabal, un conjunto de antiguos vestigios en medio de la espesa selva de Bacalar, se ha convertido en un destino frecuentado, principalmente, por habitantes de la región, antes que por turistas nacionales o internacionales.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aunque el sitio, cuyo nombre en español significa “Entre bajos”, ha captado el interés de algunos turistas extranjeros, la mayoría de sus visitantes provienen de comunidades cercanas, como los ejidos de Reforma, las colonias de Bacalar y la ciudad de Chetumal. 

Incluso, las comunidades menonitas asentadas en el municipio, han encontrado en este lugar un punto de interés histórico, indica el arqueólogo Luis Joaquín Venegas.

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Venegas es administrador de esta zona arqueológica que México estrenó el pasado 11 de enero, luego de más de 25 años de gestiones, arduos trabajos de investigación y la inyección de millonarios recursos federales para su prospección e intervención, que posibilitan hoy, que sea conocida por el mundo.

“Nos da mucho, mucho gusto que sean los propios habitantes de la región quienes lo están visitando. Mayormente, han venido personas de Bacalar, de los ejidos cercanos y de Chetumal”, expresó.

Ubicada en los bajos de Bacalar y vinculada con la zona arqueológica de Dzibanché, Ichkabal esconde siglos de historia aún por descifrar. 

Ichkabal: La joya oculta en Bacalar que redescubren residentes locales
Foto: Paola Chiomante

A pesar de que la superficie de su poligonal abarca un promedio de 113.78 hectáreas, la zona abierta al público representa sólo el 10 por ciento del total, es decir, casi 14 hectáreas.

Aquí, en lo que fue una ciudad prehispánica habitada desde el preclásico medio (600 años antes de Cristo), hasta los 600 años después de Cristo, pueden observarse entre 9 y 13 estructuras, aunque siete de ellas son las más concurridas.

“Las investigaciones han sido pocas y no han logrado revelar mucho sobre la ciudad. No sabemos con certeza quiénes gobernaron aquí ni el nombre original de Ichkabal en la época prehispánica”, explicó.

La pirámide de infarto

El relato del arqueólogo ocurre en uno de los puntos más impactantes de la zona arqueológica. Se trata de la llamada “Estructura 4”, es decir, la pirámide principal, dividida en dos niveles, la cual se eleva 42 metros sobre la selva y cuya cima aún puede ser alcanzada por las y los visitantes, siempre y cuando se respete su conservación.

Esta pirámide escalonada, flanqueada por mascarones, forma parte de un conjunto triádico, es decir, está compuesto por tres templos superiores. Posee dos cuartos donde debió haber habitado un político o religioso muy importante, pero se ignora su identidad, narró.

Ichkabal: La joya oculta en Bacalar que redescubren residentes locales
Foto: Paola Chiomante

Desde esa cúspide se puede observar la belleza del paisaje, dominado por la densa selva maya, el cielo de imponentes nubes, la propia estructura piramidal y el vacío. 

En aquella altura el viento sopla con cierta cadencia y el silencio habitual del lugar –sustituido naturalmente por el sonido de la hojarasca– es roto por los murmullos de las y los visitantes y, particularmente en esta ocasión, por la fascinación del grupo de periodistas que recorrió la zona para conocerla y narrar lo vivido posteriormente o incluso, como se estila hoy: En tiempo real.

Entre fotos, videos y transmisiones, hay quienes celebran haber logrado ascender no solo la pirámide, sino hasta ella, a través de un camino empinado, pedregoso, con una soga para apoyarse y no perder el equilibrio. 

Lo siguiente es subir la propia estructura, con escalinatas de infarto. Una vez en la cúspide, sobreviene la calma y la sorpresa.

Durante el recorrido los ojos se llenan de naturaleza combinada con historia. Impacta particularmente ver pirámides en cuya punta nacen caprichosas raíces y árboles de mediana altura –como en la triada de estructuras 10, 11 y 12– con la coloración típica de la madera clara u obscura. Otros, lucen sus tonos rojizos, como en la estructura 2.

Por los senderos se camina escuchando el crujido de las hojas al paso o los sonidos de los monos araña y las aves que habitan el sitio.

Sorprende también saber que la pequeña aguada que refleja el verde del arbolado, casi al iniciar el recorrido, fue construida artificialmente por los mayas, para contar con un espejo de agua.

Acceso gratuito… por ahora

Es en la “Estructura 4” donde el arqueólogo explica que el acceso a Ichkabal es gratuito todos los días por tiempo indefinido, pero en algún momento tendrá que cobrarse como sucede en todas las áreas arqueológicas de México, con excepción de los domingos, cuando la entrada no tiene costo para la población nacional.

Los horarios de visita son de las 8 a las 17 horas, aunque el último acceso es a las 16 horas

Luis Joaquín indica que desde su apertura, el flujo diario ha sido constante, con un promedio de 200 a 300 visitantes al día

Reitera que la exploración en Ichkabal no ha terminado, ya que si bien la temporada de excavaciones arqueológicas ya concluyó, los estudios sobre los hallazgos continúan.

“Esperamos que el INAH siga llevando a cabo investigaciones para complementar la información histórica de la ciudad”, dice.

Sus palabras son confirmadas al observar una suerte de montes recubiertos de tierra y vegetación, cual cerros, que no son otra cosa que pirámides, como estuvieron nueve de las estructuras ya intervenidas y consolidadas.

En cuanto a la infraestructura, las obras fueron desarrolladas por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), con recursos del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) y, por el momento, no se prevén nuevas ampliaciones o mejoras en la zona.

Un acuerdo para abrir sus puertas

La apertura de Ichkabal no fue un proceso sencillo. Por años, la tenencia de la tierra estuvo en disputa, pero finalmente se alcanzó un acuerdo entre los ejidatarios de Bacalar, el gobierno del estado, el INAH y el gobierno federal, permitiendo así que esta ciudad oculta de los mayas volviera a la luz.

El 10 de enero se firmó entre el ejido y el INAH, un convenio de ocupación previa, que marcó el proceso de expropiación de la superficie de 113.78 hectáreas de tierras que corresponden al área núcleo de esta gigantesca joya arqueológica.

Dicho convenio permite al Instituto seguir realizando investigaciones, prospección, restauración y difusión de los monumentos arqueológicos dentro de la poligonal.

Algo de historia

Fue descubierta en 1995 por la y el arqueólogo, Luz Edelia Campaña y Javier López Camacho.

Guiados por un residente de la comunidad local “El Suspiro”, visitaron un sitio llamado “La Lagunita” con edificios monumentales que superaban los 42 metros de altura, al cual bautizaron como “Ichkabal”.

Ichkabal: La joya oculta en Bacalar que redescubren residentes locales
Foto: Paola Chiomante

Entre 1996 y 2003 se llevó a cabo el primer levantamiento topográfico y sondeos en el conjunto principal, pero fue en 2009 cuando el arqueólogo Enrique Nalda, comenzó la exploración de las estructuras 1, 2, 4 y 5

En 2011 y 2012, la arqueóloga Hortensia de Vega, dirigió la conservación y mantenimiento mayor en las áreas ya intervenidas. De 2014 a 2017 la arqueóloga, Sandra Balansario reanudó las excavaciones, los sondeos y la consolidación de las estructuras 4 y 5 y 2 B y realizó un nuevo levantamiento topográfico.

A mediados de 2017 el INAH realizó un sobrevuelo LidAR alrededor de 100 kilómetros cuadrados entre Ichkabal y Dzibanché con el objetivo de conocer la densidad y patrón del asentamiento.

Ya con el Promeza, desde mediados de 2023 hasta el 2024 se llevó a cabo el proyecto “Entre Bajos, Ichkabal y su entorno”, a cargo de López Camacho, Luz Edelia Campaña y Tsukamoto.


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